Mamá y el silencio

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En esta ocasión cedo este espacio para que lean el relato de Ana Cecilia, quien nos comparte su experiencia como mamá que no oye.

«La vida me ha brindado la oportunidad de ser mamá de tres personitas en una transición entre la hipoacusia y el silencio.

Mi primera hija tiene veinte años y cuando nació yo escuchaba un poco con ambos oídos.  Mi pérdida auditiva había comenzado durante mi niñez y se agravó durante la adolescencia, pero aún podía entender algunas voces a través del teléfono y me comunicaba a través de la labio lectura, misma que utilicé desde mi infancia.

Cuando mi hija cumplió tres años me sometí a una cirugía de implante coclear, la cual no tuvo el éxito que todos esperaban. 

El proceso de rehabilitación me resultó muy frustrante porque desde un inicio no me adapté a la percepción del sonido a través del implante y todos a mi alrededor no lo comprendían, así que en lugar de apoyarme o ayudarme, me criticaban.

Ha sido muy difícil ser una persona con implante coclear que no pudo adaptarse, pues nadie me considera sorda, ya que no utilizo el lenguaje a señas y me comunico a través del lenguaje hablado y de la labio lectura, pero tampoco me considero hipoacúsica pues en el momento en el que me colocaron el implante, renuncié al sonido.

Ser una madre que vive en el silencio no es cosa fácil porque mis hijos son oyentes y no puedo abandonar el mundo sonoro. 

Mi hija mayor siempre ha sido mi vínculo entre ese lugar en el que me encuentro inmersa y su mundo, que es de sonidos. Durante mucho tiempo me apoyé en ella y se convirtió en mis oídos ante cualquier situación en la que no podía comunicarme.

A veces pienso que esto ha sido una gran carga para ella.»

Continuará…

3 Pensamientos

  1. Lilian:
    Es bueno saber que no todas las cirugías de Implante Coclear son un éxito; que hay casos en que no se dan los resultados esperados, y que ocasionan grandes problemas y frustraciones a los que los padecen.
    Este hecho nos hace valorar y apreciar más la cirugía de un Implante Coclear, sobre todo cuando éste supera nuestras expectativas.
    Gracias por narrarnos la primera parte de esta anécdota, y no dejes de concluirla, pues nos dejaste en suspenso
    por conocer su final.
    Un abrazo.
    Luis Ernesto Pietrini

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