¿Eres sordo o qué?, es una frase que en nuestro vocabulario cotidiano equivale a un insulto.
Como sociedad hemos integrado los términos que se refieren a discapacidades o enfermedades con un tono peyorativo y los utilizamos sin cuestionarnos.
Por lo tanto, no nos debe extrañar que el ser sordo y que esto resulte evidente, sea algo de lo que muchas personas con discapacidad auditiva, se avergüenzan.
Todos vamos perdiendo audición y visión por razón de la edad, por lo que utilizar lentes o auxiliares auditivos se convierte en un signo distintivo de que se nos escapa la juventud.
Aún así los medios han hecho un trabajo muy notable en lo que corresponde al uso de lentes. Quien los usa puede representar a una persona intelectual e interesante y en ocasiones hasta se utilizan por moda y no por necesidad.
Pero en el caso de la ayuda auditiva, como los auxiliares auditivos e implantes cocleares, la historia es muy distinta, muchos niños no los quieren utilizar porque los molestan y algunos adultos los rechazan porque piensan que es un referente de edad o el equivalente a aceptar que ya envejecieron.
Yo utilicé auxiliares auditivos antes de que me colocaran el implante coclear y para ser sincera no me gustaban nada, nunca asistía con ellos puestos a las reuniones sociales, que era cuando más falta me hacían.
Cuando me colocaron el implante coclear, parte de mi rehabilitación era utilizarlo todo el día, para que mi cerebro se fuera acostumbrando a la percepción del sonido, entonces me veía obligada a traerlo en toda ocasión y cuando me encontraba en lugares públicos sentía que la gente me miraba de una forma muy especial.
En repetidas ocasiones algunos niños o adultos me preguntaron:
-Lo que traes en tu cabeza, ¿sirve para oír?
Esto me incomodaba y buscaba formas de peinarme para que el receptor no se viera.
Cierto día le platiqué a mi mamá sobre cómo me molestaba que la gente me volteara a ver por traer el implante y ella me dijo:
-Cuando se quedan mirando no ven tu implante, te ven a ti.
Sus palabras me ayudaron a entender algo: tenía que cambiar el cómo me sentía con mi implante.
Y sentirme cómoda utilizando el receptor de mi implante no es algo que haya sucedido de la noche a la mañana.
Ahora no me peino para esconderlo, lo dejo ver, sé que al mostrarlo me hace ver diferente y ser diferente no es malo.
Y si me preguntan si soy sorda, responderé:
-Soy sorda, y qué.
Bien hecho!!! Bien dicho!!!
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