¿Somos iguales?

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Dicen que todos somos iguales pero yo veo tantas diferencias entre las personas que me hace dudar que exista la igualdad.

Cuando te hablo de la discapacidad auditiva es como si te pidiera que vieras un muro que visto desde lejos es de un solo color.

Pero si te acercas a él te darás cuenta que está construido con muchos ladrillos, que vistos desde cierta distancia parecen idénticos entre sí.

Aún falta que te acerques más y observes cada ladrillo, míralos de cerca y te darás cuenta que cada uno es diferente, cada uno tiene grietas y agujeros que son únicos.

Así se conforma esta discapacidad.  No existe un sordo igual, cada uno tiene sus propias grietas y una historia diferente que contar.

Y es por eso que en este gran muro llamado discapacidad se albergan muchos ladrillos, a los que buscamos nombrar.  Ojalá todos se llamaran sólo ladrillos, pues sería la forma más sencilla de identificar.

Pero en este gran muro existen ladrillos a los que la comunidad exige que no se les llame sordos,  solo porque utilizan el lenguaje oral o porque algún aparato que los ayude a escuchar quieren utilizar.

¡Qué confusión!  Para mi es muy sencillo, no oigo, entonces soy sorda.  Tan sencillo como que en un mundo divido entre oyentes y sordos, soy sorda.

Pero en el mundo de silencio no lo soy, y solo soy alguien a quien le cuesta trabajo escuchar.

Entonces, ¿qué soy?

No crees que, ¿resultaría más fácil si nos pudiéramos agrupar en oyentes y sordos, porque así estableceríamos una comunidad?

Pero una vez más tengo que diferenciar, porque para quienes se encuentran en silencio y no quieren hablar, no existe razón por la cual yo pudiera optar por escuchar, aunque sea a ratos, aunque sea de una forma diferente a la de todos los demás.

No soy sorda eso ya quedó claro, pero tampoco soy oyente. Para los silentes soy una persona sorda que ha renunciado al privilegio de no escuchar.  Tal pareciera que así como si de pronto tiñera mi pelo de otro color y por eso perdiera mi nacionalidad.

Para los oyentes soy algo que no se puede explicar.  No oigo pero hablo, no entiendo pero descifro y a todos logro analizar.

Y es por eso que cada vez que trato de convivir en uno u otro mundo me es imposible ser vista como una igual.  No soy ni oyente ni silente.

Entonces para mí, ¿no hay igualdad?

2 Pensamientos

  1. Lilin, I loved what you wrote, very sensible and real! I allways send what you write to a friend that worked with dump people, she loves your writings!

    Big hug

    Tati

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  2. No, Lilian, no hay igualdad, contestando a la pregunta que dejas en el tintero.
    Somos iguales en lo esencial, pero no en los accidental. Somos diferentes dentro de la Unidad.
    El símil que usas me parece magnífico. Un muro construido a base de «ladrillos», muy diferentes entre ellos, ilustra muy bien tu punto.
    Sólo me permito una pequeña observación. En México, en el mundo de la construcción existe una diferencia entre tabique y ladrillo.
    Aunque ambos están fabricados con arcilla y secados al sol, o en horno, tienen medidas y usos diferentes.
    Las medidas nominales de los tabiques son de: 7 cm de espesor x 14 cm de ancho x 28 cm de largo, y se usan principalmente para levantar muros.
    En cambio, las medidas de los ladrillos son de 2 cm de espesor, x 14 cm de ancho x 28 cm de largo, y se usan principalmente para tender pisos, como en las azoteas.

    Te agradezco muchos tus artículos, pues nos ilustran y nos hermanan en estos dos mundos en los que vivimos: el sonoro, y el silente.

    Luis Ernesto Pietrini

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